MARIPOSA ROJA

Una mariposa roja sobrevoló la noche
y las rosas abiertas de tus pechos
quedaron al desnudo en la acera.
El borde del acero recorrió
tu cuello transparente y te abriste.
La tarde, y toda la vida,
fue un bajo continuo de violencia.
Habías muerto en febrero, el veintisiete,
con veintisiete años casi no vividos.
Una fría y cínica sonrisa
te cubrió como un último abrigo.
Tus ojos, en el suelo aún, no sabían
como cortar el cordón umbilical
con tu asesino.
Una brisa en tu melena
cerró la noche.
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