Un año más, la pequeña localidad leonesa de Veguellina de Òrbigo, gracias a la iniciativa de su imparable bibliotecaria, Helena, convoca un nuevo encuentro de escritores y escritoras para recordar tanto los feminicidios de Ciudad Juárez, que no cesan, como otros crímenes de lesa humanidad que se vienen dando en México.
Un año más, acudo yo a la cita, junto que compañeros y compañeras de toda la provincia, para elevar juntos un grito de esperanza para que crímenes tan inhumanos y absurdos, cesen de una vez por todas. Una cita en la que me acompañarán Nuria Antón, Manuela Bodas, Azarías DLeyre, Alfonso Martínez, ángel Santiago Mtnez. Freire, Tomás Néstor Mtnez. álvarez, Felipe J. Piñeiro, Jesús Quintano, Chayo Roig, Lucía Rubio, Mª Pilar Sánchez y Manuela Vidal. Eso que hayan anunciado su presencia, pero seguro que, como en pasadas ocasiones, al final aún seremos más.
Este es el poema, que he escrito para mi participación en este acto. Ojalá , como he dicho tantas veces, no tuviera que escribir nunca ningún otro.
Palabras. Palabras que sirven
para denunciar condenas
y remover conciencias.
Palabras que son silenciadas
para que no griten
las injusticias que perviven día a día.
Hoy estoy aquí para lanzar al viento
esas palabras.
Porque quisiste gritar la
injusticia de la vida,
quisiste resistirte a ser
violada y ultrajada,
y tu joven voz se vio callada
para siempre,
desaparecido tu cuerpo en el
monte del olvido,
junto a la presencia sin vida
de tantas otras jóvenes que
anduvieron
tu mismo camino.
Una ruta equivocada que la
injusticia
marcó con señales muy confusas.
Y así, tus palabras no podrán
ser ya nunca
susurradas al oído de un hombre
que te quiera,
ni consolar la vejez de quien
alumbró tu vida.
Palabras que ya nunca le
cantarán una nana
a los frutos engendrados por tu
vientre.
Palabras que tampoco podrán
denunciar
la cobarde postura de unos
hombres
que ven en las mujeres humildes,
un objeto para usar y tirar
cuando ellos quieran;
ni la actitud pasiva de la
sociedad
que mira hacia otro lado,
impertérrita, cuando la víctima
no va con ella.
También vosotros,
aquellos que quisisteis llevar
el valor de la palabra a quien
no la poseía,
aquellos que os formabais
para llevar conocimiento y
educación
a todas las gentes,
acabasteis silenciados y muertos en la hoguera,
ante el temor de ver disminuir el imperio
de un poder basado en la
ignorancia y la pobreza.
Y vuestras palabras se perdieron
para siempre
antes de que llevaran luz y entendimiento
a quienes la fuerza y la desgracia
sometían.
En un rincón de la tierra,
allí donde el poder se apoya en el dinero
acuñado a golpe de sangre y de
miserias,
vuestras palabras quedaron
enterradas
para siempre.
Y llevan el mismo camino
las de quienes reclaman día tras día
vuestra presencia,
o al menos que la justicia caiga
sobre los verdugos que os callaron
para siempre.
Porque nadie sabe nada,
calla todo el mundo,
esperando que el tiempo cubra
con un manto de olvido
cada muerta no identificada,
cada cadáver al que le han
borrado
cualquier seña de identidad
posible.
Pero las palabras no mueren con
los cuerpos.
Vuelan libres para ser recogidas
por otras almas, por otras
mentes,
por otras bocas
que denunciarán por vosotros la
ignominia.
Hasta conseguir que la misma
desaparezca
de la tierra.
Para conseguir que vuestros
nombres
no sean uno más en el olvido.
Y habremos de salvar vuestro
recuerdo,
para hacer de las palabras que
perdisteis para siempre,
verdaderas “armas cargadas de
futuro”
Palabras. Palabras que sirven
para denunciar condenas
y remover conciencias.
Palabras que nunca más serán
silenciadas
para evitar que griten
las injusticias que perviven día a día.
Hoy estamos aquí para lanzar al
viento
ESAS PALABRAS.