Laboratorio del buen vivir: Aquí hay otra manera de enfrentar este problema, desde un contexto distinto, del cual también podemos aprender.
http://www.youtube.com/watch?v=ctg458pG3cM&feature=share
Los hombres no debemos considerar este horror como un problema de las mujeres. Todos debemos implicarnos, denunciando, dando la cara,apoyando. Ellas solas no pueden.
martes, 29 de octubre de 2013
viernes, 25 de octubre de 2013
“Carta a un maltratador”
FERNANDO ORDEN RUEDA
Alumno de 2º de Bachillerato, de Ciencias de la Salud. IES Bioclimático, de Badajoz. II Premio del II Concurso Nacional “Carta a un maltratador”, convocado por la Asociación “Juntos contra la violencia machista” en 2009.
“Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has humillado, porque la has menospreciado, porque la has golpeado, abofeteado, escupido, insultado… porque la has maltratado. ¿Por qué la maltratas?. Dices que es su culpa, ¿verdad? Que es ella la que te saca de tus casillas, siempre contradiciendo y exigiendo dinero para cosas innecesarias o que detestas: detergente, bayetas, verduras… Es entonces, en medio de una discusión cuando tú, con tu ‘método de disciplina’ intentas educarla, para que aprenda. Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene tanta suerte contigo, un hombre de ideas claras, respetable. ¿De qué se queja?
Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive, pero muerta. Haces que se sienta fea, bruta, inferior, torpe… La acobardas, la empujas, le das patadas…, patadas que yo también sufría.
Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche, como otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a que aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de tu borrachera. Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me había quedado tranquilo y confortable con mis piernecitas dobladas. Ya había hecho la casa, fregado el suelo y planchado tu ropa. De repente, suena la cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces tú: la camisa por fuera, sin corbata y ebrio. Como tantas veces. Mamá temblaba. Yo también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos. En ocasiones ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata? La pobre creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte era culpa suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una vida y en cambio ella no conseguía hacer siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella viera cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí, irnos los dos…Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme entender.
Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá dijo que no era el momento ni la situación, suplicó que te acostases, estarías cansado. Pero tu realidad era otra. Crees que siempre puedes hacer lo que quieres. La forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la empotraste contra la pared. Como siempre, al final ella terminaba cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas. De repente me oyó. ¡Esta vez sí que no!-dijo para adentro-, sujetó tus manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu cara en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella jamás se había negado a nada.
Me puse contento antes de tiempo.
Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo para educarla. Cuando una mujer hace algo mal hay que enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo por la boca y patada por la barriga una y otra vez…
Y sucedió.
Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra sus paredes. Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas todavía porque quería vivir. Salía la sangre y yo me debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía desmayada en un charco de sangre.
Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra mamá. Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí.
Y ahora me dirijo a tí. Esta carta es para tí, cabrón: por ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo. También por mí que sólo fui un feto a quien negaste el derecho a la vida.
Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y dejó que la justicia decidiera tu destino. Y otra cosa: nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío porque en el barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.
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domingo, 6 de octubre de 2013
PERDIDA...
Así
llegó mi alma a estar perdida
Sin
querer, temiendo tu presencia
Y
entre crueles señales perseguida
Con
terribles cicatrices de violencia.
Convertido
en mi mortal dolencia
Reabres
a zarpazos esta herida
Y en
álgido combate de indolencia
Soy
de ti, más que tu amor, ya tu cautiva.
Eterno
y permanente es mi castigo
Buscando
los motivos al tormento
De
amarte y no poder estar contigo.
Ya
sólo en el sepulcro hallo contento
Envuelta
de gusanos en su abrigo
Para
romper de este amor, mi juramento.
jueves, 3 de octubre de 2013
LAS BIENAVENTURANZAS, Alfonso Aguado Ortuño
Bienaventuradas las mujeres
depresivas,
porque de ellas es el laberinto
de Dédalo.
Bienaventuradas las
contestatarias,
porque ellas cavaran zanjas en
la maleza.
Bienaventuradas las que osan
abortar,
porque a ellas las devorará el
Minotauro.
Bienaventuradas las amas de
casa,
porque ellas desliaran hilos
enmarañados.
Bienaventuradas, Ariadnas del
secreto,
porque sólo Teseo alcanzará la
gloria.
Bienaventuradas las que limpian
los suelos,
porque no verán dracma alguno ni
amor.
Bienaventuradas las que buscan a
Ícaro,
porque la oscura dictadura lo
perdió.
Bienaventuradas las que son
perseguidas,
porque de ellas es el Reino de
los violentos.
Bienaventuradas
seréis cuando os maltraten,
os
discriminen y os enreden por mi causa.
Alegraos
porque vuestra recompensa
será
la incomprensión grande, el cuarto negro.