miércoles, 31 de agosto de 2011

Es tanto... que me ahogo.


Me ahogó su media sonrisa,
me atragantó esa indiferencia,
escuchándole y bebiendo
mientras él hablaba con otros.


Abrí el portón, recuperé el aliento
y observé aquella cueva en que vivía
mientras me importaba tanto,
tanto,
que siempre le mezclaba en mi tiempo,
le regalaba mi dignidad
... aunque sólo de vez en cuando.


Era tanto que a menudo dormía con los ojos abiertos
esperando encontrarle allí, mirándome de frente.


Pero nunca llegué a dormir. Por eso, no desperté...



Me fui.

2 comentarios:

  1. Un relato muy triste, una realidad que esta presente en nuestra sociedad, lamentablemente.

    Muchos saludos.

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  2. Bueno es estar alertas; desde la indiferencia hacia adelante...y ponerle atajo.

    Abrazos miles y esperanzas mayores a quienes sufren todo tipo de violencia.
    Todo lo que se haga es poco,pero al menos ya se crea algo de conciencia y soluciones posibles.

    Muchos abrazos sinceros.

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